Los trajes de danza oriental seducen más a las extranjeras que a las árabes
La milenaria danza del vientre seduce cada vez más a los extranjeros que a los egipcios, y no hay más que ver cómo los trajes de lentejuelas con el nombre de la cantante "Shakira" están destronando a los que llevan nombres de artistas locales.
HEBA HELMY/EFE
De hecho, son las occidentales las que adquieren los trajes de baile para sus cursos de danza oriental tan en boga, mientras que las árabes los compran para mostrarlas a sus maridos en la intimidad de su alcoba.
En medio del famoso zoco cairota de Jan al Jalili, el vendedor Mohamed Fawzi asegura que los saudíes, pese a vestir a sus hijas y esposas con las "abayas", esas túnicas negras de la cabeza a los pies, aprecian que en algunas ocasiones -como en la noche de bodas- la novia se convierta, merced al traje de bailarina oriental, en una "bomba de lujuria".
Estas mujeres del golfo Pérsico también se visten de odaliscas para la "noche de la Henna", una particular "despedida de soltera" en la que la mujer se atreve a enseñar sus encantos a auditorios exclusivamente femeninos.
Por esa razón, el mercader Ahmed, de la tienda "Abdul Fatah Selim", cree que los clientes europeos son más "profesionales", porque se compran los trajes para lo que se hicieron: para que una mujer baile y se contonee ante los hombres.
Y Ahmed tiene clientes que se llevan los trajes a docenas, y luego los revenden -asegura- en las pujantes academias de baile oriental en Europa.
Sea cual sea el motivo de la compra, siempre habrá un traje lleno de flecos y pedrerías falsas, con colores brillantes, de generoso escote y dejando al aire la cintura femenina, la que se debe mover en esta danza milenaria.
En este país que un día se llamó el "Hollywood de Oriente Medio" los tiempos son cada vez más puritanos, y sin embargo siguen vendiéndose con gran éxito los famosos trajes orientales.
Ni siquiera la creciente popularidad de ritmos latinos, como la salsa y el tango, hacen peligrar la tradicional danza del vientre, según dicen orgullosos los comerciantes.
Y es que son los occidentales los que cada vez más caen seducidos por el contoneo de caderas y el bamboleo de ombligos que con tanto sudor aprenden las aplicadas europeas en sus clases de siete a nueve.
"Además de una moda llegada a Occidente por los movimientos de cadera de Shakira, la danza oriental se ha convertido en la manera preferida para muchas mujeres de hacer ejercicio, lo que ha llevado a la apertura de numerosas escuelas de ese tipo de danza fuera de Egipto", opina Ahmed.
Mientras cuenta sus opiniones sobre el futuro de la "danza oriental", Ahmed, que lleva más de 50 años en este negocio, preparaba un pedido de cientos de pañuelos con flecos y lentejuelas.
En el vecindario, otras tiendas exponen los eróticos trajes junto a todos sus complementos: los tamborcillos, las castañuelas de metal y las fustas brillantes que usan las bailarinas mientras danzan.
Hay trajes de todos los gustos y calidades, desde quince hasta cien dólares, y casi todos están hechos a mano en pequeños talleres de la zona, desde los que llegan al zoco del Jalili ya "bautizados" con los nombres de las más famosas bailarinas como Dina, Fifi Abdu y Lucy.
También éstas últimas compraron sus sensuales uniformes de danza en el zoco, como lo hacen las nuevas estrellas, pero éstas nunca se dejan ver en el laberíntico mercado, sino que envían a sus asistentes a encargar un traje que cada nueva temporada pueda deslumbrar a sus competidoras.
Las famosas estrellas del baile "sharqi" o "baladi", como se le llama en Egipto, pueden llegar a cobrar hasta 6.000 dólares por animar una velada, pero pocas llegan a ese estatus, y hay una mayoría anónima que debe resignarse a mover sus cinturas en rústicas bodas de barrios populares o bares de mala reputación.
Famosas bailarinas, aficionadas europeas o recatadas árabes, todas encontrarán un traje a la medida de sus encantos en este mágico zoco de Jan al Jalili.
La Opinión